Por: Davide Garda
La historia del dibujo se cuenta a la sombra de la pintura y la arquitectura. Hasta hace poco tiempo se pensaba que este no podía existir sino en función de aquellas, es decir: el dibujo no tenía sentido en tanto no fuera el bosquejo de una escultura, la idea “preliminar” de una pintura o el estudio para algún proyecto arquitectónico. La idea de lo “preliminar” y del “estudio” duró hasta bien entrado el siglo XX.
El arte contemporáneo se encargó de reivindicar el dibujo como un medio autónomo, independiente de la pintura, la escultura o la arquitectura y le dio la posibilidad de potenciarse a sí mismo; una especie de emancipación tardía e injusta dado que el dibujo es uno de los medios más antiguos y que no solo existió antes que la pintura sino que fue desde el principio el más usado. Su naturaleza lo vuelve una de las expresiones más básicas y accesibles.
Pero si el arte contemporáneo desembaraza y libera al dibujo de su función histórica, el artista salvadoreño Simón Vega, reivindica la idea del sketch y del boceto, dándole al proceso tanto valor como a la obra terminada. O, dicho de otra forma, dándole al camino igual valor que al destino en lo que podría entenderse como otra vuelta de tuerca a un medio que cuenta, a estas alturas, con nombre propio.
No es extraño pues, encontrarse en el circuito del arte contemporáneo, con obras que son concebidas como dibujo, con una factura extraordinaria, un acabado pulido y un manejo del medio que dejan claro que se trata de una obra en sí misma. En la actualidad el dibujo de gran formato y sobre soportes no tradicionales compite con la pintura en condiciones equilibradas.
Gira tu teléfono a posición vertical.