Por: Oswaldo J. Hernández / Foto: Andrés Asturias
La primera vez que los habitantes de Guatemala cayeron en cuenta que vivían en una ciudad, no tenían del todo claro que podían esperar mucho más de ella. Era apenas el dos de enero de 1776, y la Nueva Guatemala de la Asunción –por decreto, su nombre oficial desde el 23 de mayo de 1776– no llegaba a los 200 habitantes y ya, de manera oficial, por orden del Rey Carlos III de España, estaba instituida como la ciudad principal del Reino o Capitanía General de Guatemala. Resultaba fácil inclinarse hacia la incertidumbre, o también a cierta alegría, todo pese a que acababa de suceder una catástrofe en la región, apenas tres años atrás: entre sublevaciones de pueblos indígenas de la zona, entre inundaciones y erupciones volcánicas, un terremoto había hecho notar la enorme necesidad de trasladar la ciudad de Santiago de los Caballeros a otro lugar. “Toda el área era vulnerable a distintos acontecimientos”, dice el historiador Aníbal Chajón. Según las autoridades de aquella época, como el presidente de la Real Audiencia de Guatemala, Martín de Mayorga, un tipo alto, de semblante famélico, gestos hieráticos y rostro estirado, conocido por ser testarudo, responsable, de alta confianza del aquel entonces Rey Carlos III, no quedaba otra cosa que reubicar a la ciudad en otro sitio, incluso, si era necesario, con nuevo nombre.
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