Estación Puerta del Sol, Pez de Cristal / Arq. Antonio Fernández Alba
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Madrid

Por: Jorge Castrillón. Fotografía por: Andrés Asturias

Escurrirse en el interior de Madrid, dentro del contexto global de grandes ciudades, significa toparse con una arquitectura contemporánea que, gracias a la evolución inevitable, se mezcla con la historia de una ciudad europea, casi comparable, a ratos, con alguna fisionomía propia de la Ciudad de Guatemala. Creadores de íconos, los más importantes arquitectos de la actualidad realizan proyectos emblemáticos que transforman constantemente a una ciudad que responde al nombre de Madrid.

Madrid simultáneo

En ciertas grandes ciudades uno se siente feo. Así como suena. París es un ejemplo muy claro. Caminen por la Place Vendome un día de otoño y sabrán a qué me refiero: casi parece un sacrilegio verse reflejado en un escaparate, y es que la gente normal no le va bien a ciertos ambientes. Todavía si uno fuera Tristán Tzara o Luis Aceituno, podría pasar. Pero lo que ve el espectador ocasional es a un turista despistado, con una guía en la mano, con el aire del que ha sido invitado a una fiesta demasiado sofisticada para nuestros andares o vestires. La gran ventaja de Madrid es que esa sensación no se da nunca. Madrid te acoge como uno de esos amigos generosos a los que no les importa que te bebas su (ron) Zacapa, pongas los pies encima de la mesita de Kalea y te quedes dormido en el sofá después de comer. A fin de cuentas, la Plaza Mayor no es tan diferente de la mencionada Place Vendome (alguno se atreve a insinuar que es aun más bonita) y, habida cuenta de la proliferación de músicos callejeros, mimos, retratistas de dudoso gusto y turistas europeos –cámara en ristre–, tampoco es tan diferente del Parque Central de Guatemala en un domingo soleado. Tal vez decididamente más aséptica, y por lo tanto menos divertida.

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Edición 2

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