Intromisión

No todos los caminos llevan a Venecia

Por: Por Darién Montañez. Fotografía por: Pietro Longhi. La tentazione Colección The Metropolitan Museum of Art, Regalo de J. Pierpont Morgan.

[Abro con una nota bene: yo nunca he ido a Venecia, ni como turista ni como artista; ni como artista oficialmente seleccionado e invitado a representar a mi Patria en la Biennale. Ergo, es posible que estas rumias sean interpretadas como producto de la ignorancia o la envidia, pero como buen columnista, no voy a dejar que esas nimiedades detengan la marcha de mis dedos sobre el teclado. Avanti!]

Nadie es profeta en su tierra, por lo menos hasta que en esa tierra se enteran que uno es profeta en ultramar.

Puede ser por los traumas de la historia colonial de nuestras tierras, pero pocas cosas pesan en un currículo como una exhibición en el extranjero. Doble puntaje si es en los Estados Unidos, y triple si es en Europa. De todas las metas con las que uno puede soñar, ninguna más gloriosa que participar en la Biennale di Venezia. Esta fiesta de lo mejor del arte del mundo demuestra su genio nunca coincidiendo con años de olimpiada o de mundial de fútbol, para mejor capturar las atenciones del gremio artistoso y dominar por meses nuestras conversaciones y redes sociales: que si quién está curando y de dónde salió y cómo consiguió esa chamba, que quiénes han sido invitados y quiénes no, que si les están pagando la ida o les toca empeñar la tele, que si están produciendo obra nueva o si van a mostrar un revoltijo de reciclajes, que quiénes estuvieron en la inauguración y quiénes no, que cómo quedó todo, que quién dijo qué, que cuáles piezas recogieron más likes y más prensa, que cuáles se arruinaron y cuáles se vendieron, y que si se vale vender o no.

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Edición 13

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